En la oscura madrugada daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. A mi lado, la sombra inmóvil de mi Compañero Dormido.
Las luces fantasmales de la noche me rodeaban, y entonces vi frente a mí una puerta entreabierta, y a través de ella se veía la oscuridad más negra que pudiera imaginasre.
Me sentí hipnotizada por aquella negrura aterradora, una especie de vértigo, como si me atrayera con la fuerza de un agujero negro.
Tenía que atravesar aquella puerta. Debí levantarme, aventurarme más allá del círculo protector del Compañero Que Descansa, entrar en aquella oscuridad monstruosa dispuesta a sentir la realidad aplastarse y retorcerse hasta lo irreconocible, y dejar mi vida, mi corazón y mi mente si así debía ser.
Pero no lo hice. Con ternura acaricié y besé la mano de El Que Duerme, y la puerta se desvaneció en el sueño que rápidamente se adueñó de mis sentidos.