lunes, 20 de diciembre de 2010

La mesa mágica.

Vengan, mis amigos, siéntense en torno a la mesa mágica.

Aquí se comparte lo que no se ve ni se toca, aquí los secretos están seguros en sus cajitas de madera. Es la merienda de las almas, la verdadera comunión de los amigos. Aquí las palabras son magia. Sírvanse lo que gusten de la mesa, pero sólo dejen sobre ella aquello de lo que puedan desprenderse de verdad. Entren al círculo, siéntense a la mesa, compartan sus preguntas y déjense encontrar por sus respuestas.

Siéntense, amigos míos, en torno a la mesa mágica.


En la mesa no hay ofensas ni deudas. Aquellos que se sientan a la mesa se vuelven Uno. Las reglas de la mesa son las reglas de la magia, y la magia habla el lenguaje de los sentimientos. Quien se siente, que hable desde el corazón y escuche con el espíritu, pues la magia reconoce a quienes saben escucharla. Hablen, rían, coman, beban, dejen que su energía circule por la mesa y la habite, dejen aquí sus huellas para que guíen a quien esté perdido.

Vengan, amigos, y siéntense en torno a la mesa mágica.

La mesa tiene su propio tiempo, la mesa es un instante en la eternidad. Dejen que sus almas se limpien del trajín de los días, déjenlas que descansen del correr de las horas. Encuentren su inocencia primera, no teman mirar el interior de su mente y conocerse sin las limitaciones de lo cotidiano. La mesa está hecha de amor, quien ocupa un lugar en ella está a salvo. Mírense a través de ella. La mesa es el espejo para vernos tal cual somos.

Acérquense, mis amigos, siéntense en torno a la mesa mágica.

martes, 14 de diciembre de 2010

Los infiernos

Dicen algunos
que el cielo y el infierno
se viven en la tierra
y que quien los explora
mucho antes ríe y llora
que aquellos que lo entierran

Dicen que no se encuentran
jamás por separado
quienes al cielo llegan
lo mismo habrán sufrido
que quienes por descuido
al infierno se entregan

De todos los caminos
el que siguió mi alma
me hizo hallar dicha tal
en las manos sedosas
que acechan cariñosas
y labios sin igual

Y encontré la desgracia
profunda de la ausencia
del tiempo detenido
del corazón que espera
deseándose el que muera
sangrando los latidos

Pero uno solo es el cielo
y muchos mundos pesan
en los segundos eternos
que cada verso carga
pues las noches son largas
y son muchos los infiernos

jueves, 9 de diciembre de 2010

El diario circular

Querido diario,

Hoy recordé que debía escribir en mi diario. Así que estoy sentada. Agarré la pluma y estoy escribiendo. Estoy escribiendo en mi diario. Escribo, escribo, escribo. Y sigo escribiendo. Escribo sobre lo que estoy haciendo, que es escribir en mi diario. Es importante escribir sobre lo que uno hace. En este caso, escribir. Por eso estoy escribiendo. Escribo sobre lo que hago. Es decir, escribo sobre lo que escribo. Sobre lo que voy escribiendo. Y mientras tanto, escribo. Si no escribiera sobre lo que escribo, podría escribir sobre lo que hago, pero en todo caso seguiría escribiendo, porque para eso escribo este diario. Si no hiciera nada, no tendría sobre qué escribir, es una suerte que esté escribiendo un diario. Significa que tengo cosas sobre las cuales escribir.

Qué lindo es escribir un diario. Seguramente también escriba mañana.

martes, 7 de diciembre de 2010

La Ofrenda

Estamos como muertos, el mismo aire viciado nos aletarga, el aire que ya han respirado muchos humanos antes que nosotros. Esperamos con una mezcla de ansiedad y pavor el rugido que anunciará la llegada del Dragón de quien somos la Ofrenda. Todo este mundo subterráneo parece vibrar por un gruñido constante, pero en algún momento -imposible de determinar con ninguno de nosotros, los Ofrendados, pero tampoco por aquellos Sacerdotes que nos han guiado hasta aquí- el rumor crecerá hasta volverse un bramido ensordecedor, y entonces por alguna de las múltiple arterias que llegan a corazón de la tierra, emergerá el Dragón.

Qué pasará después, los Sacerdotes no nos lo han dicho, y es probable que no lo sepan. Somos la Ofrenda, y nadie que lo haya sido ha vuelto para contarlo. Aquellos que se negaron obstinadamente, y con el ímpetu que sólo otorga la desesperación encontraron una salida de este laberinto subterráneo, fueron hallados muertos en los senderos de los bosques, con una expresión de terror infinito en sus rostros sin vida. Algunos se habían arrancado los ojos, y los tenían aplastados en sus manos muertas. No debemos tener miedo por esto, nos aseguraron los Sacerdotes. Ése es sólo el destino de los cobardes, que no merecen ser honrados por nuestro Amo el Dragón. En la noche eterna, en el vacío impenetrable de las cavernas, retumba el sonido de nuestros corazones, el sonido inequívocamente humano, indigno de la morada del Ser Sobrenatural.

El momento se acerca. El rumor ha comenzado a crecer y todos nosotros comprendemos que en unos momentos todo cambiará y ya nadie nos volverá a ver tal como éramos cuando descendimos a las entrañas del mundo. Tal vez retornemos, transfigurados, dentro de varias generaciones para instruir a los nietos de nuestros nietos, o tal vez se funda nuestra esencia con el bosque, con es sol y con el río y así podamos enseñar y proteger a los que amamos.

Este es el fin de todo anhelo y toda esperanza. Toda leyenda y mito muere sepultado en la Guarida del Dragón.

El momento ha llegado. Somos la Ofrenda.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Mi amigo el Acuariano

Lo conocí casi por casualidad, a pesar de las muchas cosas que teníamos en común. Recuerdo la primera vez que lo vi, con esa especie de aura azul zafiro que lo envolvía con una luz. Y una sonrisa como sólo tienen los Acuarianos, y una mirada que también tenía mucho de zafiros. Nos miramos y nos reconocimos aun sin saberlo en ese momento. Los Acuarianos nos reconocemos entre nosotros, sí señor.

No pasó ni una semana y ya estábamos tomando mates, charlando como viejos conocidos, con una naturalidad tal que hasta a mí me sorprendió, y eso que soy de entrar en confianza enseguida. Yo había tenido ya buenos amigos, pero los  Acuarianos son una raza aparte. Entrar a su casa es lo mismo que entrar a mi casa. De hecho, encontrarme con él es como entrar a mi casa, porque los Acuarianos llevan a su casa puesta a donde sea que van. Su casa es su mente. Cuando voy a visitarlo, soy a la vez su visita y su anfitriona en mi propia casa espiritual.

Charlar con él es toda una experiencia, de esas que hay que vivir para poder entenderlas. El mundo exterior desaparece, con total confianza y alegría levantamos los portales de nuestras mentes y nos invitamos mutuamente a pasar. No hay restricciones ni condiciones, porque conocemos el alma del otro. Así fue como por largas mañanas de mates y tarot nos dedicamos a recorrer nuestros laberintos mentales, con paso tranquilo, como quien va paseando. Los laberintos Acuarianos son siempre a cielo abierto, se respira en ellos la libertad  del aire fresco.

¡Y la magia! No se puede contener la magia conjunta de dos Acuarianos, se desborda por todos lados. Así que nuestros pasos por las calles mágicas de Buenos Aires todavía están por allí, como marcas doradas en las baldosas. Los niños los confunden con huellas de hadas, y los perros, que ven la magia, aprovechan para caminar sobre ellos y que les hagan cosquillas en las patas.

Sin duda es la magia lo que más nos une, la conexión entre almas que hace que estemos cerca aunque estemos lejos, que me hace reír en el trabajo cuando él en su casa se da cuenta de que metió las llaves en la heladera, y que se pare a mitad de camino con la mente súbitamente en blanco cuando yo ando con ganas de un abrazo. La magia que nos hizo reconocernos a primera vista y sonreír.


Todo el mundo debería tener un amigo Acuariano.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Adiós a mi bolso


Jubilé a mi viejo y leal bolso, ese que fue conmigo a todas partes y me acompañó en todas mis aventuras. Lo tiré a la basura, pero la verdad es... que ya estaba lleno de basura. Hacía tiempo que no daba para más, yo sabía que se había cumplido su ciclo, pero aún así me resistía a separarme de él. Hasta que una mañana soleada sentí que era el día indicado para la gran despedida.

Me puse mi mejor vestido y salí a buscar un reemplazo para mi bolsito. Tras mucho buscar encontré lo que necesitaba: una mochila pequeña, cómoda y resistente, en la cual llevar ese universo de objetos y experiencias que estaba en el interior de mi bolso. Después, con paso tranquilo, enfilé para el río a hacer el solemne intercambio.

Uno a uno fui pasando cada uno de los objetos del bolso a la mochila, tan imprescindibles todos sin procuparme por darles un orden duradero. Los bolsos y mochilas tienen su propia forma de ordenar lo que uno les pone adentro. Vi a mi bolso desinflarse lentamente hasta quedar plano contra el piso, vacío de utilidad pero todavía lleno a medias de basura: boletos usados, tickets de compras pasadas, y miles de restos imposibles de identificar.

Cuando lo tuve en mis manos, agonizante, me dio pena y casi me arrepiento. Hasta consideré quedarme con la correa, que todavía se podía usar. Finalmente acepté que el momento era inaplazable, y no sin algo de pena lo dejé cuidadosamente adentro de un tacho público. Confieso que, mientras me alejaba, me costó no volver la vista atrás.

¡Adiós, bolsito querido, y que a donde vayas te traten mejor de lo que lo hice yo!