Abrir la mente es saber que de todo lo que vemos y hacemos podemos aprender algo. Es estar listo para recibir lo nuevo, lo inesperado, lo desconocido. Es entender que nunca sabemos tanto como creemos que sabemos. Es estar dispuesto a aprender de todas las personas con las que nos cruzamos en la vida, como si nos fueran enviadas con ese propósito. Es tener en cuenta que las opciones son siempre más de las que se nos ocurren.
Abrir la mente es estar siempre atento, siempre consciente de que la rutina hace bajar la guardia, no quedarse nunca con una única explicación a lo que pasa, no dejar nunca de preguntarse: ¿por qué? Es estar ávido de conocimiento nuevo, es querer cavar más y más profundo dentro de la propia mente. Es no rechazar nunca un pensamiento sin ver a dónde lleva, no negarse a nada sin antes considerarlo aunque sea un momento. Es estar siempre en la búsqueda del por qué del por qué.
Abrir la mente es valorar lo inusual por encima de lo usual. Es buscar siempre nuevas maneras de hacer las cosas, de pensar, de interpretar, de ver el mundo. Es tener presente que nuestra mente limitada no abarcará nunca el Universo infinito. Abrir la mente es renunciar a la soberbia del yo, es reverenciar la vida y no dejar nunca de explorarla y disfrutarla. Es sentir la atracción por el opuesto, mayor cuanto más distinto es el otro de uno mismo.
Abrir la mente es saber que estamos en camino, que no hay meta a la cual llegar, ni motivo para dejar de avanzar...
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