martes, 7 de diciembre de 2010

La Ofrenda

Estamos como muertos, el mismo aire viciado nos aletarga, el aire que ya han respirado muchos humanos antes que nosotros. Esperamos con una mezcla de ansiedad y pavor el rugido que anunciará la llegada del Dragón de quien somos la Ofrenda. Todo este mundo subterráneo parece vibrar por un gruñido constante, pero en algún momento -imposible de determinar con ninguno de nosotros, los Ofrendados, pero tampoco por aquellos Sacerdotes que nos han guiado hasta aquí- el rumor crecerá hasta volverse un bramido ensordecedor, y entonces por alguna de las múltiple arterias que llegan a corazón de la tierra, emergerá el Dragón.

Qué pasará después, los Sacerdotes no nos lo han dicho, y es probable que no lo sepan. Somos la Ofrenda, y nadie que lo haya sido ha vuelto para contarlo. Aquellos que se negaron obstinadamente, y con el ímpetu que sólo otorga la desesperación encontraron una salida de este laberinto subterráneo, fueron hallados muertos en los senderos de los bosques, con una expresión de terror infinito en sus rostros sin vida. Algunos se habían arrancado los ojos, y los tenían aplastados en sus manos muertas. No debemos tener miedo por esto, nos aseguraron los Sacerdotes. Ése es sólo el destino de los cobardes, que no merecen ser honrados por nuestro Amo el Dragón. En la noche eterna, en el vacío impenetrable de las cavernas, retumba el sonido de nuestros corazones, el sonido inequívocamente humano, indigno de la morada del Ser Sobrenatural.

El momento se acerca. El rumor ha comenzado a crecer y todos nosotros comprendemos que en unos momentos todo cambiará y ya nadie nos volverá a ver tal como éramos cuando descendimos a las entrañas del mundo. Tal vez retornemos, transfigurados, dentro de varias generaciones para instruir a los nietos de nuestros nietos, o tal vez se funda nuestra esencia con el bosque, con es sol y con el río y así podamos enseñar y proteger a los que amamos.

Este es el fin de todo anhelo y toda esperanza. Toda leyenda y mito muere sepultado en la Guarida del Dragón.

El momento ha llegado. Somos la Ofrenda.

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