No suelo escribir en segunda persona, soy del pensamiento de que las cosas se le dicen a la gente. Pero como escribo para que lo leas, voy a hacerte la excepción.
A vos, que me devolviste una partecita de mí.
A vos, que se te desborda la hermosura en cada palabra que escribís.
A vos, que me ayudaste a recuperar mis propias palabras.
A vos, que todavía no decido si quiero consagrarte como objeto de culto o cogerte hasta por las orejas.
Quiero decirte infinidad de cosas aunque la mayoría ni sé cuáles son. Te imagino -no, te veo- en tu cuarto fumando, escribiendo, pensando, divirtiéndote. Sí, es eso, por eso te siento tan cerca y tan familiar... sos de las que entendieron que en la vida hay que divertirse. Y no hablo de "hacer cosas divertidas", no. Sino de divertirse con lo que sea que traiga la vida. Divertirse aunque dé miedo. Divertirse aunque no se entienda. Divertirse aunque duela.
Quiero invitarte una cerveza, para que nos contemos historias y nos matemos de risa. También sé que no hace falta. Pero también sé que me encantaría, porque hay gente con la que vale la pena contar historias. Compartir secretos, porque los secretos no son cosas que se ocultan sino cosas que nadie más entiende. Ir desenredadndo la maraña que es la vida a veces, encontrando cabos que tengan algo de sentido. O que no lo tengan.
Divertirnos.
Quiero tirarte las cartas, quiero leerte entera porque me estaría leyendo a mí misma. Nos leería a ambas. Y no hay nada más lindo de leer que una persona con muchas historias. Lo divertido de leer las cartas no es lo que se ve en los dibujos, sino la forma en que se juntas las almas en ese momento. Leer las cartas es una manera de abrazarse.
A vos te dedico estas humildes palabras.
A vos, que aprendiste a leer la magia de la piel de las personas.
A vos, hermosa.
Gracias.
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